martes, 26 de julio de 2011

NO OCURRE NADA GRAVE CUANDO NUESTRO CUERPO NO ACEPTA LA LECHE DE VACA O BIEN DECIDIMOS NO TOMARLA POR SENTIR QUE NO LA NECESITAMOS





Si a usted le suena extraño nuestro encabezado, prepárese para ser todavía más sorprendido. Lea 
con cuidado el siguiente texto, le aseguro que será muy importante para su salud y la de los suyos…
 La producción industrial de leche de vaca tuvo acceso desde un principio a un  mercado potencial de enormes dimensiones constituido sobre todo por niños, ancianos, deportistas, adolescentes en pleno desarrollo y mujeres embarazadas o en lactancia; bastaba hacerles creer que necesitaban del aporte nutricional de la leche de vaca para tener un negocio redondo. La industria de productos lácteos ha gozado de una amplia difusión y en múltiples ocasiones ha financiado campañas escolares para difundir la idea de que es “imprescindible y necesario” el consumo de leche, especialmente por parte de los niños. La campaña ha tenido un éxito completo: hoy, uno de cada siete dólares gastados en tiendas de Estados Unidos es dedicado a comprar productos lácteos. El Dr. Frank Oski, director del departamento de Pediatría de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins y médico en jefe del Centro para niños de esa universidad afirma que “estar en contra de la leche de vaca es igual a ser un anti-americano.” Incluso gente que ha dejado de consumir carne siente que deben continuar consumiendo leche de vaca para asegurarse de recibir suficientes proteínas y calcio.
     Se ha demostrado en recientes investigaciones que el proceso de pasteurización de la leche ha cambiado la calidad del producto; por un lado, ésta al prolongar la vida de la leche, permitió masificar la producción, lo cual creó un monopolio y eliminó la competencia del pequeño productor; pero, por otro lado, el mismo proceso de pasteurización destruye las enzimas naturales, vitaminas y minerales que permiten la digestión de los azúcares y grasas de la leche.
     Ante la magnitud de las consecuencias que el consumo de leche ha generado en la salud de la población, comienzan a escucharse las opiniones de eminentes médicos que  denuncian los daños que se están provocando:
     El consumo de leche vacuna está asociado a anemia por deficiencia de hierro, alergias, diarrea, enfermedades cardiacas, cólicos, hemorragia gastrointestinal, sinusitis, erupciones de la piel, acné, gripes y catarros frecuentes, artritis, diabetes, infecciones de oídos, osteoporosis, asma, enfermedades auto-inmunes, posiblemente cáncer en el pulmón, esclerosis múltiple y linfoma no-Hodgkin.
      La Dra. Christiane Northrup, ginecóloga en Yarmouth, Maine, señala que “los lácteos son un tremendo productor de mucosidad y una carga para los sistemas respiratorio, digestivo e inmunológico”. El Dr. Oski cita en su libro Don´t Drink Your Milk! un estudio realizado en Chicago con más de 20 mil infantes en los años treinta del siglo pasado donde se verifica que los bebés alimentados con leche humana tuvieron una tasa de muertes de 1.5 por cada 1000 niños, mientras que los bebés alimentados con leche de vaca[6] tuvieron una tasa de 84.5 muertes por cada 1000 niños durante los primeros nueve meses de vida. La tasa de muertes por infecciones gastrointestinales fue 40 veces mayor en los infantes no alimentados por pecho materno, y la muerte por infecciones respiratorias fue 120 veces mayor.

     La leche de vaca contiene 20 veces más caseína que la leche humana. La caseína, que  es el componente proteínico de la leche, es una sustancia espesa y áspera utilizada para la elaboración de los pegamentos de madera más fuertes que se conocen, lo cual hace que este alimento produzca mayor mucosidad. Además, para la asimilación de la caseína, el organismo necesita de una enzima, la renina, que el organismo humano (salvo un número muy pequeño de personas) deja de producir a la edad de tres o cuatro años, lo cual hace a la proteína de la leche de vaca imposible de asimilar para la mayoría de los seres humanos. El contenido de caseína de la leche también ha sido asociado a la incidencia creciente de asma en Estados Unidos (en 2002 se estimaban 30.8 millones de gentes, incluidos 8.9 millones de niños) y los países más desarrollados. El asma es la causa líder de hospitalización de niños, el padecimiento crónico más frecuente de la niñez, y la causa más común de ausentismo escolar debido a un padecimiento crónico. Una de cada 250 muertes en el mundo es debida al asma. El Dr. William Ellis, un osteópata retirado de Arlington, Texas, señala que las alergias causadas por la leche de vaca son extremadamente comunes e incluyen asma, congestión nasal, irritación de la piel, infecciones del pecho, irritabilidad y fatiga. Es sabido que cuando se reduce o elimina el consumo de lácteos hay una marcada reducción de catarros, gripas, sinusitis e infecciones de oídos (Natural Health reports, julio/agosto de 1994).

     Los antígenos en la leche de vaca también pueden contribuir a la incidencia de artritis y osteoartritis. Un estudio publicado en el Scandinavian Journal of Rheumatology demuestra cómo la eliminación de lácteos en la dieta reduce grandemente estos padecimientos, mismos que se agravan con las dietas lacto-ovo-vegetarianas por incluir lácteos. En una nota publicada en 1992 en The New England Journal of Medicine se consigna que la leche de vaca enlatada puede ser factor contribuyente a la diabetes juvenil así como a enfermedades autoinmunes, al dañar la habilidad del páncreas para producir insulina. En 1989 (Nutrition and Cancer) se halló vínculo entre el consumo de leche y mantequilla y el riesgo de desarrollar linfoma no-Hodgkin, un cáncer del sistema inmune. El libro del Dr. Oski cita además estudios de dos científicos de la Universidad de Michigan, que condujeron extensas investigaciones en factores asociados con la esclerosis múltiple y hallaron que en Estados Unidos y otros 21 países el único nexo significativo era el consumo promedio de leche.

     ¿Y la necesidad de calcio? Se ha popularizado la creencia de que para evitar la osteoporosis y construir huesos más fuertes es necesario incrementar el consumo de calcio mediante la ingestión de buenas cantidades de leche de vaca.[10] Entre muchos investigadores médicos –que no están a sueldo de las compañías vendedoras de lácteos– está creciendo el consenso de que el mejor método para que la gente incremente su nivel de calcio y fortalezca sus huesos es el reducir su consumo de proteínas, en especial de productos de origen animal. La razón es que los productos de origen animal tienen en la sangre un efecto acidificante que el cuerpo humano necesita balancear  por medio de la absorción de minerales alcalinos tales como el calcio proveniente de la estructura ósea. Otro problema relacionado con la asimilación del calcio se refiere a la proporción contenida en un alimento entre este mineral y el fósforo. La leche de vaca contiene 97mg de fósforo por cada 100g, comparado con tan sólo 18mg/100g en la leche humana. Niveles altos de fósforo inhiben la absorción del calcio. Al respecto el Dr. Frank Oski nos dice que sólo las comidas con una proporción de calcio/fósforo igual o superior que 2 a 1 pueden ser utilizadas como fuentes primarias de calcio. La leche de vaca tiene una proporción de 1.27 a 1, comparada con la leche humana, cuya proporción es de 2.35 a 1, con lo cual la leche de vaca no es fuente asimilable de calcio.
     Las tendencias a hacer de los lácteos un alimento para toda la población del mundo se topan con el problema de que alrededor del 75% de los seres humanos en general dejan de producir la enzima lactasa después de la lactancia (la cual permite asimilar el azúcar de la leche, llamada lactosa) como lo ejemplifica claramente el caso de los orientales y de la población negra, es por ello que tradicionalmente gente de esas regiones no acostumbre a tomar leche de vaca. Por ello, una persona que ya no produce lactasa padece de dolores intestinales, náuseas, diarrea, vómito, etcétera al ingerir esta leche.

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