Calcio, Hierro, B12, Ácido Fólico
El mito de los suplementos
Desde la visión fisiológica, resulta obvio que la estructura orgánica necesita más orden que suplementos. Y menos aún cuando provienen de fuentes sintéticas o artificiales. Muchos se atiborran con cotidianas dosis de compuestos inorgánicos, sin imaginar que ello incrementa el desorden, al ser percibidas por el organismo como sustancias tóxicas que deben ser neutralizadas y eliminadas. Salvando las distancias, es como si pretendiésemos combatir un estado anémico ingiriendo limaduras de hierro, o la osteoporosis consumiendo polvo de tiza. Pero, lamentablemente, es lo que hacemos, pensando que cuidamos nuestra salud.
El miedo por el calcio y el hierro
Es más, a mayores ingestas, mayores problemas. Las alarmantes cifras europeas sobre osteoporosis y fracturas, evidencian el absurdo en un continente líder en el consumo lácteo. En nuestras latitudes, la comparación con los hermanos chilenos también desnuda la incoherencia entre consumo cárnico y anemia. Mientras nosotros consumimos promedio 74kg de carne vacuna (persona/año) y ellos apenas 22kg, tenemos 33% de los niños menores de 2 años con anemia y ellos apenas 5% en tal condición.
El metabolismo del calcio es buena muestra de la necesidad de orden interno, ya que requiere 23 nutrientes sinérgicos en equilibrio para su correcto arribo a la estructura ósea: minerales (fósforo, magnesio, manganeso, cinc, cobre, boro, silicio, flúor), vitaminas (C, D, B6, B12, K), folatos, ácidos grasos esenciales y proteínas. Excesos y defectos tan habituales en la alimentación refinada, generan incorrecta calcificación… y no justamente por falta de calcio.
Algo similar ocurre con el hierro. Por un lado el organismo merma su disponibilidad sanguínea (hemoglobina) frente a la presencia de virus y parásitos que se nutren de él. A la espera que los “huéspedes” sufran inanición, el cuerpo lo encubre en formas no asimilables (ferritina) en el bazo. Por otra parte, la asimilación del hierro depende del orden en la flora bacteriana, la adecuada disponibilidad nutricional (vitaminas, enzimas, minerales, ácidos grasos) y es inhibida por los excesos (calcio, fósforo, mercurio) y la putrefacción intestinal.
Con puntos y evidencias en común, es poco serio seguir pensando en términos de “calcio para la osteoporosis” e “hierro para la anemia”. Nunca el problema es la carencia nutricional, sino más bien su exceso, la calidad de los alimentos aportantes, el orden de la química corporal y la falencia depurativa. Además de invitar a trabajar sobre las causas y no sobre las consecuencias, esto nos debe servir para combatir la letanía sobre el “imprescindible” consumo de suplementos de todo tipo.
Calcio y acidez: compensar o morir
Cuando se incrementa el nivel de acidez sanguínea, varios mecanismos (tampones) buscan restablecer este vital equilibrio. En todos los casos se requiere la suficiente presencia de bases (álcalis) que neutralicen los ácidos. O sea que un eficiente metabolismo celular exige un constante flujo de sustancias alcalinas, con el fin de poder neutralizar los ácidos provenientes del alimento y del metabolismo celular.
En primera instancia, y como mecanismo más simple, la sangre debe obtener suficientes bases de los alimentos. En caso de carencia (tanto por exceso de ácidos circulantes como por deficiencia nutricional de bases), la sangre echa mano a dos mecanismos de emergencia para preservar su equilibrio. Uno consiste en derivar ácidos, depositándolos en los tejidos a la espera de un mayor aporte alcalino. Esto genera (reuma, problemas circulatorios, afecciones de piel, etc).
Esta lógica funcional es la homeostasis orgánica, que significa “mantener la vida generando el menor daño posible”. Para el organismo, una menor densidad ósea no significa peligro para la vida, pero sí un pH ácido en la sangre. Así funciona el mecanismo de la descalcificación y la desmineralización.
Normalmente no se asocian estos síntomas con la acidez. Un ejemplo es la osteoporosis, clásica enfermedad de acidificación. Sin embargo se la combate inadecuadamente con alimentos (lácteos) que, por su aporte ácido, agravan el problema. El sentido común nos indica que frente a osteoporosis y anemia, lo correcto es atacar la causa profunda del problema: alcalinizar el organismo para neutralizar su acidez.
El mito de la B12
Pocos cuestionan si la carencia de B12 es nutricional o bien responde a una dificultad asimilativa ¿Acaso esos síntomas no los acusan también empedernidos carnívoros? ¿Cómo? ¿No es que la carne se hace imprescindible para garantizar su adecuado nivel corporal? Tampoco se repara en que las poblaciones vegetarianas del planeta, que siempre hubo (los humanos evolucionamos durante tres millones de años con dieta vegetal), hay y habrá, son las más longevas y saludables.
En contrapartida, la demanda de B12 se ve incrementada por el exceso de proteínas en la dieta; al consumir menos proteínas, menor necesidad de B12. Por otra parte, el calor puede destruir hasta el 96% de la B12 presente en el alimento; o sea que a más crudos, menor necesidad.
Todo esto indica que incluso un carnívoro, a pesar del consumo de carne y lácteos, puede tener deficiencia de B12, a causa del exceso proteico (mayor demanda orgánica), el desorden de la flora intestinal (menor absorción), la abundancia de cocción (destrucción de la B12 y de las enzimas necesarias para su metabolización) y la malfunción hepática (reducido flujo biliar y consiguiente disminución del aporte orgánico).
El Dr. Víctor Herbert, gran investigador de esta vitamina, estima que diariamente la bilis secreta en nuestros intestinos entre 1 y 10mcg de B12, siendo nuestra necesidad de apenas 0,5mcg. Recordemos que un hígado saludable debe producir diariamente alrededor de un litro de fluido biliar, mientras que un hígado colapsado y lleno de cálculos intra-hepáticos puede llegar a secretar apenas 200cc en una jornada.
Por más carne y suplemento de B12 que uno ingiera, si la bilis es escasa (presencia de “piedras” que bloquean el flujo biliar), la flora está desequilibrada (habitualmente en lugar de flora hay “fauna”) y el cuerpo sufre una crónica carencia enzimática (la “bancarrota” que vimos en el capítulo anterior), es obvio que la cuestión no tendrá final feliz. Y es que lo “normal” hoy día, son personas que conviven con todos estos factores negativos.
La amenaza del ácido fólico
En el caso de embarazadas, se ha fijado un límite máximo de 0,4 mg diarios, mientras que todas las harinas se suplementan con 2,2 mg por kg. O sea que con 180 g de harina común se estaría en el límite de consumo diario aconsejado, sin tomar en cuenta los suplementos farmacológicos. Tampoco se toma en cuenta que esas cantidades llegan a niños, ancianos y otros grupos de riesgo… Lo cual explica el porqué del término “emparchar” usado al inicio.
Extraído de “Nutrición Vitalizante”
Autor: Néstor Palmetti
www.espaciodepurativo.com.ar
Publicado por:
Gloria de los Ángeles Espíndola
www.unmundodebrotes.com
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